Karl von Eckartshausen (1752-1803) Historia
1 Un visitante nos comenta Teósofo y cabalista alemán. Intentó armonizar la química y el magnetismo animal con la mística. Entre sus obras, cabe destacar De las fuerzas mágicas de la naturaleza y La nube sobre el santuario (1802).
2 Un visitante nos comenta Autor de La Nube sobre el Santuario y de De las Fuerzas Mágicas de la Naturaleza, nació en el castillo de Haimhausen (Baviera) el 28 de junio de 1752, y murió en Munich el 13 de mayo de 1803 (2). Hijo ilegítimo del conde Karl von Haimhausen y de María Anna Eckart, la hija de su intendente, llevaría el nombre de su padre y un apellido inventado que reúne los apellidos paterno y materno: Eckartshausen.
Tras una infancia bastante desgraciada y a causa de su nacimiento poco convencional, el joven Karl Eckartshausen no sería ennoblecido hasta acabar sus estudios universitarios pudiendo llamarse en lo sucesivo Karl von Eckartshausen. Nuestro autor, que recibió una educación muy esmerada y siguió con provecho sus estudios, llegaría a ser uno de los escritores más fecundos de todo Alemania y una de las figuras más importantes, sino la más, de la teosofía cristiana.
Dotado de una sensibilidad fuera de lo común, su vida se vio influenciada desde su más tierna infancia por lo mágico, por lo sobrenatural. Sabemos que, a partir de los siete años tuvo sueños y experiencias muy importantes para su vida interior, cuya interpretación le sería proporcionada por sueños posteriores. Como escribiría él mismo a otro gran teósofo, Kirshberger, «la luz que brilla en las tinieblas me proporciona el conocimiento de las cosas ocultas». La luz será precisamente una de sus obsesiones, a la que dedicará opúsculos enteros. En La Nube sobre el Santuario nos explica que «así como la luz exterior nos ilumina por el camino de nuestra peregrinación, la luz interior nos ilumina por el camino de la salvación». Podemos, pues, hablar de una «Teosofía de la Luz», incluso de una «Filosofía de la Luz», basadas en su experiencia y en su contacto con la realidad trascendente. En el texto que presentamos, Eckartshausen afirma categóricamente que «mediante la luz hallará el mago sabiduría y fuerza» y que «la luz que conocemos en este mundo caído es sólo un reflejo, un préstamo de los sentidos y puede conducir al conocimiento o a la ciencia, pero nunca a la sabiduría».
Para Eckartshausen, «la luz física percibida por el hombre no es la verdadera luz, sino únicamente un símbolo de nuestra patria celeste».
En 1770, Eckartshausen se matriculó en la Universidad de Ingolstadt, dirigida por jesuitas, donde permanecería unos tres años. En 1774, tras unos estudios particularmente brillantes, obtuvo el Absolutorium.
En 1776, seguramente gracias a las influencias de la familia paterna (su padre era consejero privado del Príncipe Elector), obtiene el puesto honorífico, pero escasamente remunerado de Consejero Aulico, estrechamente relacionado con las actividades de tipo jurídico a las que se dedicaría a partir de 1779.
En este mismo año se casó con Genoveva Quiquérez, de oscuro origen, que fallecería al cabo de dos años. En 1781 se casa de nuevo, con Gabriela von Wolter, hija de Johann Anton von Wolter, médico personal del Príncipe Elector, Karl Theodor, y director de la facultad de Medicina de la Universidad de Ingolstadt. Al poco tiempo nace el fruto de este matrimonio, Sophia Teresia Gabriela.
En 17, Eckartshausen fue admitido en la Academia de las Ciencias de Munich, de la que fue miembro asiduo hasta el año 1800, y donde pronunciará un gran número de conferencias. El director de la sección histórica de dicha academia, Ferdinand von Sterzinger, se interesaba, como nuestro autor, por la magia y los fenómenos ocultos. En esta misma academia realizaría toda una serie de experimentos físicos y alquímicos que influyeron de un modo decisivo en sus obras.
Entre 1780 y 1783, nuestro autor se dedicó especialmente a su trabajo como jurista, en el que intentó plasmar sus ideales humanitarios, especializándose en criminología. Como escribe su biógrafo, Antoine Faivre (5): «Estas actividades lo influencian profundamente; en vez de endurecer su corazón, desarrollan su piedad, hacen de él un defensor de los débiles y de los oprimidos». Su producción literaria de aquella época estuvo estrechamente vinculada con su trabajo. Uno de los muchos opúsculos que por aquel entonces puso en letras de molde llevaba por título De los orígenes de los delitos y de la posibilidad de evitarlos.
En 1780, Eckartshausen ingresó en el Colegio de la Censura y, a partir de entonces, trabajando como censor, se encargaría especialmente de la revisión de obras sobre Derecho y Literatura.
Unos tres años después, la Corte le ofreció el puesto de Archivista Secreto, empleo bien remunerado que, si bien le solucionaría sus problemas económicos, le atraería no pocas envidias. En 1786 publicó una obra titulada De la organización práctica y sistemática de los Archivos Principescos en general. Su trabajo como censor y como archivista, al que dedicaría la mayor parte de su tiempo, le permitió, sin embargo, leer muchísimo y enriquecerse culturalmente.
A partir de 1788, año en que publicó unas Aclaraciones sobre la magia que tendremos ocasión de citar varias veces en este trabajo, la producción literaria de nuestro autor se centró sobre todo en temas esotéricos. Sin embargo, el teatro ocuparía un lugar preeminente dentro de su obra; escribió, publicó y estrenó con cierto éxito varias obras de este género.
Al mismo tiempo que persigue una búsqueda de tipo filosófico o especulativo, Eckartshausen se entrega también a experimentos de tipo práctico en campos como la física o la alquimia. En 1798, por ejemplo, publicó un tratado sobre Los descubrimientos más recientes sobre el calor y el fuego, que le supuso dos años de experiencias prácticas.
En 1799 publicó un artículo que no se atrevió a firmar, en el que pretendía reducir todas las ciencias a un principio universal «que permite descubrir en todas las artes y todas las ciencias lo que hasta entonces sólo había sido considerado como el efecto del azar». En este escrito, Eckartshausen demuestra que el principio de la materia es indivisible e incorruptible. Para él, todos los fenómenos de la naturaleza se producen por síntesis y análisis de la luz. La sombra también es materia real, susceptible de ser concentrada hasta volverse palpable. En el tratado que hoy presentamos, asegura que «la oscuridad y la luz son verdaderas sustancias». Unos años antes, había construido una máquina que permitía relacionar los olores con los colores, gracias a la cual descubrió que existía una analogía entre los colores, las ideas, los olores y las pasiones. Tanto esta máquina como sus investigaciones en este campo le atraerían también problemas y enemistades, ya que se pretendió que «quería introducir en la Academia cuestiones de Teosofía y de Cábala».
Poco después, publicó otro polémico artículo titulado Nuevos descubrimientos sobre la incorruptibilidad de las cosas, la conservación y la perpetuación de los seres, en el que afirma ser capaz de aislar la materia luminosa de los cuerpos.
Con todo, la obra más famosa de Karl von Eckartshausen no aparecerá hasta un año antes de la muerte de nuestro autor: La Nube sobre el Santuario o algo que no sospecha la orgullosa filosofía de nuestro siglo, que alcanzaría un gran éxito y pronto sería reeditada y traducida a varios idiomas.
Hasta aquí hemos visto a grandes rasgos cómo era el personaje exterior, público. Sin embargo, al menos a nuestros ojos, el realmente importante es el Eckartshausen secreto, el miembro de la Comunidad luminosa de Dios, la «Escuela Interior» «dispersa por todo el mundo pero gobernada por una verdad y unida por un espíritu». De ésta, obviamente, no se puede hablar sino desde dentro; pero lo que queramos averiguar del Eckartshausen secreto y de la Escuela Interior lo hallaremos en sus obras.
Reconocemos que es difícil, con los pocos datos que hemos dado, hacerse una idea de la extraordinaria importancia de nuestro autor, Quizá podamos suplir esta falta repasando algunas de las ideas principales que nos ha dejado en sus escritos.
Eckartshausen es un espíritu inquieto, a quien todo le interesa: ha escrito poesía, teatro, novela y ensayo. Con toda certeza él mismo tradujo, al menos parcialmente, muchos de los textos en los que basa sus especulaciones.
En sus numerosos ensayos, nuestro autor desarrolla un complejo sistema cosmogónico, escribe páginas admirables sobre Dios y el Hombre, se interesa por el mundo de los espíritus y no se avergüenza de confesar que está en contacto con ellos y que les debe no pocas inspiraciones. Por otra parte, también nos avisa de los peligros que comporta este tipo de comercio. Con todo, lo que realmente le interesa a Eckartshausen, su gran preocupación, es la religión. En La Nube sobre el Santuario escribe que «la religión está destinada a reunir en él (el templo) al hombre con Dios» y en el texto que presentamos «la religión consiste en este único y gran misterio de la redención, que se nos revela de una manera meramente simbólica en todas las ceremonias y representaciones religiosas».
La abrumadora erudición de nuestro autor abarca todas las disciplinas, profanas o esotéricas y su pluma toca brillantemente casi todos los temas. En De las Fuerzas mágicas de la Naturaleza cita profusamente las Sagradas Escrituras y se apoya en ellas. Comienza presentándonos un tema apasionante para muchos como es la magia para acabar hablando del que realmente le interesa: la religión, como si la verdadera finalidad de este libro fuera revelarnos los arcanos de esta última. Nuestro autor cita a Bacon de Berulamio que afirmaba que «sólo un filósofo superficial se permite despreciar la religión». Eckartshausen escribió este breve tratado para mostrar a quienes buscan la verdad que existe una completa armonía entre lo espiritual y lo físico.