Casa de Habsburgo (0000-0000) Historia
1 Un visitante nos comenta . Fue él quien adquirió los ducados de Austria, Estiria y Carniola. Volvieron a poseer la Corona imperial en tiempos de su hijo Alberto I (1250-1308), elegido en 1298, después del interregno de Adolfo I de Nassau, al que destronó. Sin embargo, a duras penas consiguió mantenerse como rey de Alemania, gracias al apoyo de Francia, Bohemia y el Papado, mientras muchos príncipes alemanes le opusieron resistencia hasta que murió asesinado por su propio sobrino, Juan de Suabia, pasando la Corona imperial a la Casa de Luxemburgo. A lo largo del siglo XIV, los Habsburgo completaron sus territorios patrimoniales con la incorporación de Carintia, Tirol, Friburgo, Trieste y Vorarlberg, al mismo tiempo que una larga lucha con los suizos -iniciada en tiempos de Alberto I- les hacía perder sus dominios originales del oeste. De nuevo consiguieron la Corona imperial en 1438, con Alberto II (1397-1439). A partir de entonces, aunque la dignidad imperial siguió siendo teóricamente electiva, quedó vinculada a la Casa de Habsburgo hasta la desaparición del Sacro Imperio Romano Germánico en 1806 (con una breve interrupción en 1740-45). Le sucedió al frente de la Casa y del Imperio su primo Federico III (1415-1493), que inició la serie de enlaces matrimoniales que extendieron los dominios de la Casa hacia Europa occidental, al casar a su hijo Maximiliano I (1459-1519) con María de Borgoña, que proporcionó a los Habsburgo los amplios territorios borgoñones de los Países Bajos y el Franco Condado. Su hijo Felipe I, el Hermoso (1478-1506) fue rey de Castilla por matrimonio con la heredera de los Reyes Católicos, Juana I la Loca. El hijo de ambos, Carlos V (1500-58), reinó en España con el nombre de Carlos I, antes de ser elegido emperador en 1519. La herencia de Carlos reunía en una sola mano Austria, los Países Bajos, el Franco Condado, Castilla (con Navarra, Granada y las Indias recién descubiertas) y la Corona de Aragón (con Nápoles, Sicilia y Cerdeña). Con él llegó a su apogeo el poderío de la Casa, llegando a concebir un ideal de Monarquía cristiana universal, que fracasó ante la resistencia opuesta a sus planes por Francia y por la reforma protestante, que escindió a la Cristiandad occidental. Al abdicar, en 1555-56, repartió sus dominios entre su hermano Fernando y su hijo Felipe, creando así dos ramas de la familia, asentadas respectivamente en Austria y España. Fernando I (1503-64) recibió el Imperio (1558), junto con los dominios patrimoniales originales de la Casa en Austria. Su matrimonio le proporcionó, además, Bohemia y Hungría. Al morir, la rama austriaca de la Casa se dividió, a su vez, en tres líneas: los Habsburgo de Austria (Rodolfo II y Matías, con quien se extingue esta línea en 1619), los del Tirol (que se extinguen en 1666) y los de Estiria (Fernando II, Fernando III, Leopoldo I, José I…). Fueron estos últimos los que heredaron la dignidad imperial y acabaron reuniendo en su mano los dominios repartidos desde la muerte de Fernando I. Felipe II (1527-98), hijo de Carlos V, inicia la serie de los Habsburgo de España, conocidos también en este país como la Casa de Austria. Recibió, además de los reinos de Castilla y Aragón con sus posesiones americanas, los dominios de la Casa en Italia, los Países Bajos y el Franco Condado, a los que él añadió Portugal, anexionado por la fuerza haciendo valer los derechos de Felipe en un momento de crisis sucesoria (1580). Se casó con una princesa de la Casa, Ana de Austria. Le sucedieron en el Trono español los llamados «Austrias menores», cuyas incesantes guerras exteriores no pudieron impedir el declive del poderío de los Habsburgo en Europa: Felipe III (casado con Margarita de Austria), Felipe IV (casado con Mariana de Austria) y Carlos II (1661-1700). La muerte de éste sin descendencia desencadenó una pugna general en Europa por ocupar el Trono de España, conocida como la Guerra de Sucesión Española (1701-14). Los Habsburgo defendieron la candidatura del «Archiduque Carlos», que luego sería emperador con el nombre de Carlos VI (1685-1740). Éste consiguió apoyos en los reinos de la Corona de Aragón, pero, derrotado por los partidarios del pretendiente francés, Felipe V, hubo de renunciar al Trono español, que pasó desde entonces a la Casa de Borbón. Las paces de Utrecht (1713) y Rastatt (1714), que pusieron fin a la guerra, desgajaron sin embargo de la Corona española los dominios de los Países Bajos e Italia (Nápoles, Sicilia, Cerdeña y Milán), que revirtieron desde entonces a la rama austriaca de la familia, representada por Carlos VI, ya emperador desde 1711 (salvo Sicilia, que pasó a Saboya). Durante el reinado de Carlos VI se aprobó la Pragmática Sanción de 1713 que vinculaba los dominios de los Habsburgo asegurando su transmisión indivisa. No obstante, el juego diplomático y militar del equilibrio europeo le hizo perder sucesivamente Cerdeña (intercambiada por Sicilia en 1720), Nápoles (1735) y Sicilia (1738). La muerte de Carlos VI sin descendencia masculina directa desencadenó la intervención de las potencias europeas que dio lugar a la Guerra de Sucesión de Austria (1740-48); por aquella contienda, se afirmó en el Trono austriaco la hija de Carlos VI, María Teresa (1717-80), quien, sin embargo, no fue emperatriz de Alemania, arrebatando esa dignidad a los Habsburgo el príncipe elector de Baviera, Carlos VII de Wittelsbach (emperador en 1742-45). La guerra le costó, además, a María Teresa la pérdida de Silesia a manos de Prusia. Su matrimonio con el duque de Lorena, Francisco I (a quien hizo elegir emperador en 1745), dio lugar al nuevo linaje de Habsburgo-Lorena.