Felipe Pardo y Aliaga (0000-0000) Historia
1 Un visitante nos comenta , una vez más Felipe Pardo y Aliaga tomó el camino de la insurgencia. El joven general rebelde nombró al escritor Ministro plenipotenciario ante la corte española. Para ocupar este nuevo cargo, la familia Pardo Lavalle partió del Callao, rumbo al sur. Sin embargo, se quedaron en la escala de Valparaíso, Chile, donde nació una de sus hijas. En Santiago, Pardo se enteró de la derrota y fusilamiento de Salaverry.Entonces decidió permanecer en esa ciudad, dedicado a una feroz crítica periodística contra la Confederación, que alzó en el poder al general boliviano Andrés de Santa Cruz. Publicaciones impresas en Chile, como El intérprete y La Jeta estuvieron orientados a criticar aquel gobierno desde el destierro. El gobierno del sur le dio acogida, pues veía con bastante recelo la afirmación de una alianza peruano-boliviana. Es más, promovió las dos campañas "restauradoras" que terminaron con dicha unión. Sin embargo, Felipe Pardo y Aliaga intentó desvincularse de la segunda campaña, pues los generales peruanos Orbegoso y Domingo Nieto se habían alzado contra Santa Cruz. Frente a ello, para Pardo un ejército extranjero en el país ya carecía de justificación. De todos modos, la expedición restauradora tomó Lima y acabó con la aventura unificadora del general Santa Cruz. A partir de entonces se dio una de las etapas más caóticas de la historia de la república peruana, llegando a tener hasta siete presidentes al mismo tiempo. Desengañado, Pardo decidió regresar a Chile y allí permaneció hasta 1839. Cuando volvió, ese mismo año, le esperaba otra orden de destierro, al cual partió esta vez sin su familia. Sin embargo, en febrero de 1840 ya estaba de vuelta, amnistiado por el Congreso de Huancayo. Al poco tiempo Felipe Pardo y Aliaga era nombrado vocal de la Corte Suprema de Justicia de Lima. Sin embargo, entre 1840 y 1842 sería deportado dos veces más.A pesar de los virajes de la política, por esta época escribiría probablemente su periódico más mentado: El espejo de mi tierra, considerado una valiosa antología de la literatura costumbrista peruana decimonónica. En esta publicación aparecieron cuentos, poemas humorísticos y artículos del propio Felipe Pardo y Aliaga: El viaje y El paseo de Amancaes son en la actualidad los más recordados. Especialmente el primero, cuyo personaje, el niño Goyito, representa al "niño bien" de Lima. Detrás del argumento se puede leer un ataque a la educación consentidora de los muchachos criollos y lo poco orientada que ella estaba a formar jóvenes virtuosos. La crítica a sus ideas no se hicieron esperar. Aparecía al poco tiempo Lima contra El Espejo de mi tierra, que contaba con la colaboración de Manuel Ascencio Segura, el otro escritor fundamental de esa época. Sin firmarlas, Pardo y Segura intercambiarían letrillas satíricas, uno contra otro, para deleite de sus contemporáneos. Desde una posición social, menos privilegiada, Segura y sus demás críticos le achacaban ese conservadurismo que lo llevaba a posturas antidemocráticas, además de ciertos prejuicios racistas. Ambos, conjuntados, habrían alimentado su escepticismo respecto a la realidad social y política peruana. Pardo era el "chapetón" (español) y "afrancesado", para sus críticos mordaces.El Espejo de mi tierra reapareció con nuevos números en 1850, aglutinando en ambos períodos lo mejor de sus trabajos de madurez. Pero, si bien su mente empezaba a producir sus mejores obras, Felipe Pardo y Aliaga se veía cada vez más disminuido físicamente, debido a una enfermedad que devino más tarde en parálisis. Sin embargo, Pardo continuó con su labor pública. En 1844 aparecían los 37 números de La Guardia Nacional, a favor del presidente Vivanco, amigo suyo y compañero de aventuras políticas, poco tiempo más tarde derrocado por Ramón Castilla. Sobresalieron los versos políticos, reincidiendo en sus ideas autoritarias, antimilitaristas y en su desconfianza frente a lo popular. Cuando cayó Vivanco, Pardo tuvo que partir al destierro por séptima vez. Volvería, no obstante, con un nuevo cargo, otorgado por el presidente Castilla: Ministro de Relaciones Exteriores. Para quienes se han ocupado de la biografía de Felipe Pardo y Aliaga, el aceptar una responsabilidad de aquel, militar mestizo, con una educación distinta a la suya, arquetipo humano de sus prejuicios sociales y políticos, no significó necesariamente un cambio en el pensamiento y actuación pública del escritor. De hecho, sus opiniones en el gobierno fueron las mismas, especialmente en lo referente a su obsesión por el orden fuerte, legal y honesto para despejar la amenaza del caos.