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Biografia de Javier de Luna Pizarro

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HistoriaJavier de Luna Pizarro (1780-1855) Historia
1 Un visitante nos comenta

Político y eclesiástico peruano. Participó en la lucha por la independencia. Presidió el primer Congreso Constituyente (1822). En 1823 se exilió al ser disuelta la Junta de Gobierno, pero en 1827 volvió a presidir el Congreso. Apoyó la candidatura presidencial de La Mar, en cuyo gobierno colaboró. En 1845 fue nombrado arzobispo de Lima.

2 Un visitante nos comenta

Nació en Arequipa el 3 de diciembre de 1780, en un hogar profundamente cristiano y de abolengo. Hijo de Juan Antonio de Luna Pizarro, teniente coronel de milicias reales, granadino, y de la dama arequipeña Cipriano Pacheco de Chaves Araus.

A los once años ingresó al Seminario Conciliar de San Jerónimo de Arequipa cuyos estudios se desenvolvían entonces bajo la ilustre dirección del Obispo Pedro José Cháves de la Rosa. Tras recibir la primera tonsura (16 de diciembre de 1791), estudió allí Latinidad y Retórica, Filosofía, Sagrada Teología y Jurisprudencia civil. Se dice que era un niño precoz y vivaracho. A propósito se cuenta una anécdota que nos ha trasmitido Ricardo Palma en una de sus más célebres Tradiciones peruanas: En cierta ocasión el Obispo hizo una visita al Seminario y comenzó a hacerles preguntas a los alumnos; a quienes no contestaban rápida y correctamente les decía: "Al rincón, quita calzón", para señalarles que se les iba a aplicar un palmetazo en sus partes pudibundas. Al llegar el turno a Francisco Javier, éste tampoco pudo contestar muy bien el interrogatorio de Monseñor, pero inmediatamente retrucó una pregunta a su eminencia: cuál era la cantidad de Dominus Vobiscum que se decían en la misa. El obispo, después de meditar, tuvo que reconocer que no sabía la respuesta, por lo que el niño Francisco Javier se atrevió sancionar al superior religioso con el ya clásico: "Al rincón y quita calzón".

Francisco Javier demostró tan altas dotes que el Obispo decidió entonces enriquecer su educación con el aprendizaje de las Matemáticas, y más tarde le otorgó su protección. Al terminar sus estudios pasó al Cuzco, en cuya Universidad optó la licenciatura en Leyes y Cánones (26 de junio de 1798) y en Sagrada Teología (5 de julio de 1798). Con la autorización para hacer la práctica forense (abogadil), volvió a su ciudad natal y se dedicó por lo pronto a la docencia en el Seminario de San Jerónimo, enseñando Filosofía, Ética y Matemáticas.

El 13 de abril de 1799 recibió las órdenes menores de manos del Obispo Pedro José Chávez de la Rosa, quien le ofreció un puesto entre sus familiares. Siguió la práctica profesional (abogadil) en el estudio de Evaristo Gómez Sánchez, un notable magistrado arequipeño. Volvió al Cuzco en 1801, donde obtuvo dispensa del período de práctica que le faltaba cumplir, recibiéndose de abogado ante la Real Audiencia del Cuzco (28 de setiembre de 1801). Hizo lo propio en la Real Audiencia de Lima con fecha 25 de enero de 1802.

De vuelta al Seminario de Arequipa, continuó su labor docente. Cumplido su deber magisterial, recibió las órdenes mayores de manos del Arzobispo Bartolomé María de las Heras, en Lima (13 de agosto de 1806). Ocupó la prosecretaría del Obispado de Arequipa y asumió los cargos de Vicerrector y Prefecto de Estudios en el Seminario (1807). Al año siguiente pasó a ejercer su ministerio en el curato de Torata.

En marzo de 1809 viajó a España, acompañando al Obispo Chávez de la Rosa en calidad de Secretario. La estancia de Luna Pizarro en la península fue decisiva en el curso posterior de su vida, pues allí presenció la resistencia que el pueblo opuso a la invasión napoleónica. Nombrado Capellán de la Presidencia del Consejo de Indias, asistió a las sesiones de las Cortes de Cádiz, que aprobaron la primera constitución de la monarquía española y la libertad de prensa. Fue designado examinador sinodal del arzobispado de Sigüenza (1811). Pero pronto obtuvo el permiso de su protector para retornar al Perú, embarcándose en la goleta Hermosa mexicana el 22 de diciembre de 1811. Llegó a Lima al siguiente año, justamente cuando la opinión del país se hallaba agitada por las elecciones de diputados a Cortes (1812).

En Lima ocupó el cargo de medio racionero en el Cabildo Metropolitano, una modesta prebenda que le fue otorgada por intercesión de su protector Cháves de la Rosa. En 1816 fue promovido a la dignidad de racionero y ejerció, hasta 1822, la secretaría del Cabildo, en recompensa de su fidelidad y talento. A solicitud de la Junta de Catedráticos, en 1819 pasó a ejercer el rectorado del Colegio de Medicina de San Fernando, sucediendo a Fermín de Goya, quien había fallecido en ese año. No obstante los avatares de la coyuntura emancipadora, mantuvo la regularidad de las labores académicas. Por exigencia de sus funciones debió pronunciar un elogio de Fernando VII y la monarquía española, durante la conmemoración anual del advenimiento de dicho monarca. Era, sin embargo, un republicano liberal. Abiertamente lo manifestó cuando se preparaba en Lima la proclamación de la independencia.

El Congreso Constituyente de 1822 [editar]Luego de la proclamación de la independencia del Perú (28 de julio de 1821), integró la Junta de Purificación que recibió las informaciones de los curas acerca de sus servicios patrióticos; fue asociado a la Orden del Sol (12 de diciembre de 1821); integró la Sociedad Patriótica, creada para discutir acerca del régimen de gobierno conveniente al Perú (10 de enero de 1822).

Elegido diputado por Arequipa al Primer Congreso Constituyente del Perú, aplicó brillantemente la experiencia adquirida al observar el funcionamiento de las Cortes de Cádiz. Le tocó presidir durante el primer mes de sesiones, del 20 de setiembre al 20 de octubre de 1822. Integró la comisión que trazó las bases de la Constitución que sería aprobada el año siguiente.

Intervino decisivamente en la conformación de la Junta Gubernativa de 1822 que presidió José de La Mar. Al ser disuelta esta Junta por el pronunciamiento del ejército peruano, que impuso a José de la Riva Agüero como Presidente de la República, pidió licencia y marchó voluntariamente a Chile. Allí permaneció hasta el episodio final de la independencia en la batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824). Retornó a Arequipa tras ser nombrado tesorero del Cabildo Diocesano de dicha ciudad. Luego pasó a Lima, por haber sido nombrado tesorero del Cabildo Metropolitano; y con mucha habilidad empezó a minar las posiciones de la dictadura bolivariana, no por ambición, sino por creer sinceramente que toda Dictadura era funesta para la República.

Fue elegido diputado por Arequipa para el Congreso de 1826 que no llegó a funcionar. Lideró entonces al grupo de diputados liberales (“los malditos diputados” como los calificara un energúmeno Bolívar) que hizo denodada oposición a la prórroga de la dictadura bolívariana y contra la proyectada adopción de la Constitución Vitalicia. Ello le significó un nuevo destierro a Chile (agosto de 1826). Tras el retiro de Bolívar del Perú y subsiguiente caída del régimen vitalicio, Luna Pizarro retornó al Perú y al desembarcar en el Callao, el 29 de abril de 1827, fue recibido triunfalmente por una multitud, lo que demostraba su popularidad.

El Congreso Constituyente de 1828 [editar]En 1827, elegido nuevamente diputado por Arequipa, incorporóse al Congreso que debía proclamar una nueva Constitución. Presidió sus sesiones en dos periodos —primero, desde el 4 de junio hasta el 4 de julio de 1827, y luego desde el 4 de marzo hasta el 4 de abril de 1828—. Decidió la elección de José de La Mar como Presidente Constitucional; favoreció la inclusión de los principales dictados la Constitución de 1823 en la proclamada en 1828. Consideró necesario preparar la guerra contra la Gran Colombia, a fin de neutralizar la posibilidad de una reacción bolivarista; justificó la invasión a Bolivia y la expulsión de Sucre, logradas por el general Agustín Gamarra tras una fácil campaña; y propició la anexión de Guayaquil, en vista de los sentimientos peruanistas que alentaban influyentes elementos de esa ciudad.

Declarada la guerra entre Perú y Colombia, quiso prevenir la amenaza que veía asomar tras el creciente ascenso de Agustín Gamarra, pero infructuosamente. Y cuando José de La Mar fue depuesto por Gamarra, Luna Pizarro marchó voluntariamente por tercera vez al destierro a Chile, para no otorgar su acatamiento al golpe de estado, mostrándose coherente con su prédica política.

El Congreso Constituyente de 1834 [editar]En ausencia fue designado Deán del Cabildo eclesiástico de Arequipa (8 de marzo de 1831) y cuando volvió a su ciudad natal (enero de 1832), anunció su propósito de consagrarse exclusivamente a su ministerio religioso. Elegido senador por el departamento de Arequipa, alegó razones de salud para no incorporarse a la legislatura de 1832. No obstante, tuvo que reconsiderar su decisión. Los votos de su provincia natal, y de Tinta, lo llevaron a la Convención Nacional de 1833, una asamblea de representantes cuya misión era reformar la Constitución de 1828. Esta vez si marchó a Lima para ocupar la diputación. El grupo liberal, entre los que se contaba otro célebre sacerdote, Francisco de Paula González Vigil, lo eligió Presidente de aquel cuerpo legislativo, por efecto de sucesivas elecciones mensuales, desde el 12 de diciembre de 1833 hasta el 12 de marzo de 1834.

Se hallaba ya por finalizar el mandato del presidente Agustín Gamarra y al frustrarse las elecciones presidenciales, se encomendó a la Convención Nacional la elección de un Presidente provisorio. A pesar de que el favorito de los liberales era el General Domingo Nieto, Luna Pizarro influyó para que el nombramiento recayera en el General Luis José de Orbegoso, un militar débil y manejable, en oposición al candidato gobiernista, el General Pedro Pablo Bermúdez (1833). La idea era evitar que los militares más ambiciosos copasen el poder, pero ello, más que una solución a la amenaza de la anarquía, significó más bien el inicio de una terrible crisis política en el Perú, ya que los militares postergados no se quedaron con los brazos cruzados.

Luna Pizarro condenó severamente el audaz pronunciamiento del General Bermúdez, el candidato perdedor y caudillo de los gamarristas rebeldes. Por su influjo se decidió la orientación liberal de la Constitución que fue proclamada el 10 de junio de 1834. Pero esta sería su postrera actuación política. Tras el golpe del general Felipe Santiago Salaverry (1835), su opinión no tuvo ya ninguna fuerza decisoria en la política peruana, ni aún cuando ejerció de consejero de Orbegoso durante el mandato de éste como Presidente del Estado Nor-Peruano, en tiempos de la Confederación Perú-Boliviana (1838). Decidió entonces consagrarse exclusivamente a su ministerio dentro de la Iglesia Católica.
Luna Pizarro influyó decisivamente en la política peruana durante el periodo 1822 - 1834, al punto que en la época se decía que su lujuria era "mandar a los que mandan". Fue el mentor de las constituciones políticas de 1823, 1828 y 1834.

Si bien no estuvo presente en la redacción del proyecto de constitución de 1823 por haber emigrado a Chile, este proyecto siguió la estructura que planteó en las Bases de Constitución de 1822 y que tomó de un muy difundido libro de política de la época, es decir, Parlamento Unicameral, Cuerpo Conservador o Senado Conservador, reformulándose solo la concepción de Poder Ejecutivo Plural tras la funesta experiencia de la Junta Gubernativa.

En cuanto a la Constitución de 1828 Luna Pizarro tomó como fuente principal la Constitución Argentina de 1826, Constitución que rechazó el federalismo y que en cierta medida equilibraba los poderes ejecutivo y legislativo, con lo que se atemperaba el jacobinismo asambleario de la primera constitución peruana.

Finalmente, la Constitución de 1834, que simplemente es una enmienda o corrección de ciertos artículos de la Constitución de 1828, tratando de limitar los excesos del caudillismo militarista, tenía como propósito la federación con Bolivia, pensamiento que Luna Pizarro tuvo en mente durante todo el periodo de su influencia política, al igual que otros políticos peruanos, buscando unir el Alto y Bajo Perú.


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