Maximiliano Hernández Martínez (1882-1966) Historia
1 Un visitante nos comenta Militar y político salvadoreño. En 1931 derrocó al presidente Araujo, de quien era vicepresidente. Durante su dictadura reprimió a campesinos y liberales y favoreció los intereses de la oligarquía terrateniente. En 1944, una insurrección popular lo obligó a dimitir. Murió asesinado en Honduras.
2 Un visitante nos comenta Maximiliano Hernández Martínez
Maximiliano Hernández Martínez (San Matías, El Salvador, 21 de octubre de 1882 – Hacienda Jamastrán, Honduras, 15 de mayo de 1966) fue un militar, dictador y Presidente de El Salvador (1931-1944), cargo al que accedió tras un golpe de Estado.
Tras realizar sus estudios militares en
Guatemala, ascendió en rangos militares hasta ser General de Brigada. En 1931, el partido Pro Patria lo postuló a la vicepresidencia, la cual ganó. Nueve meses después, participó en el golpe de Estado al presidente Arturo Araujo tras el que se erigió Presidente de la República, siendo ratificado al año siguiente por la Asamblea Legislativa. Prolongó su mandato durante trece años por medio de elecciones en las cuales era el único candidato, y también a través de decretos legislativos.
En su mandato destacaron la matanza de 25.0 indígenas que contradijeron su gobierno en 1932, sus políticas apegadas a sus creencias teosóficas, los movimientos diplomáticos durante la Segunda Guerra Mundial, la disminución significativa de la delincuencia mediante el uso de la fuerza, el saneamiento de las finanzas públicas, la creación de un banco estatal emisor de moneda, la venta de viviendas a bajo costo para campesinos, la reducción significativa de la deuda para personas al borde de la quiebra, la construcción de la y la cancelación de la deuda externa.
En 1944, un grupo de militares se alzaron contra el presidente, los cuales fueron sofocados mediante la fuerza en un par de días. Un mes después se suscitó una huelga general de la sociedad civil, la cual obligó al general a deponer el cargo de la primera magistratura Hernández Martínez fue asesinado 22 años después en Honduras, a manos de su motorista.
Familia
Sus padres fueron don Raymundo Hernández y doña Petronila Martínez. Contrajo nupcias con Concepción Monteagudo, con quien tuvo ocho hijos: Alberto, Carmen, Esperanza, Marina, Eduardo, Rosa, Gloria y Maximiliano. Su relación familiar siempre estuvo supeditada a sus creencias teosóficas y a su cargo como mandatario; ejemplo de eso fue la muerte de su hijo Maximiliano. El niño enfermó de y Hernández Martínez se negó a que fuese tratado por médicos, puesto que él mismo lo trataría con "aguas azules" (agua que había pasado mucho tiempo bajo el sol dentro de botellas de color azul); el resultado fue fatal, el niño falleció y la respuesta del militar fue que sólo quedaba la resignación porque los "médicos invisibles" no habían querido salvar al infante
A sus costumbres teosóficas se agregaban su vegetarianismo, la obsesión por las ciencias ocultas y su afición por el estudio de la reencarnación.[15] Era absolutamente abstemio, hábito que inculcó estrictamente a sus hijos.
Estudios y carrera militar [editar]
Realizó sus estudios en el Instituto Nacional de San Salvador. Tras acabar sus estudios de educación media, ingresó en la Escuela Politécnica de Guatemala, en donde obtuvo el grado de Subteniente. Regresó a El Salvador durante la presidencia del general Tomás Regalado. A su vuelta, estudió en la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales en la Universidad de El Salvador, dejando la carrera en el segundo año de estudios
Fue ascendido a teniente efectivo el 17 de noviembre de 1903; a capitán, el 23 de agosto de 1906; a capitán mayor, el mismo año (durante la guerra con Guatemala, donde peleó el general Martínez a las órdenes del general Tomás Regalado); a teniente coronel, el 6 de mayo de 1909; a coronel, el 15 de junio de 1914, y a general de brigada, el 27 de junio de 1919. En 1921 fue instituido como ministro de Guerra y Marina
Incursión en la política
En 1931, el partido Pro Patria lo incluyó como candidato a la vicepresidencia. Tras ganar las elecciones, ocupó el cargo de vicepresidente, a la vez que el de Ministro de Guerra, a los servicios del presidente Arturo Araujo. El 2 de diciembre del año de su elección participó en un golpe de Estado, siendo erigido como presidente de la República, tras el designio del Directorio cívico instaurado provisionalmente Su presidencia fue ratificada por el poder legislativo en 1932.
En el golpe de Estado fue acompañado por una minoría civil y por un buen número de militares con rangos bajos y medios, los cuales eran conocidos como "Juventud Militar". Los militares fueron incitados principalmente por incumplimiento salarial del ejecutivo y por las condiciones poco favorables para el ejercicio de su labor. Tras un día de deliberación, Hernández fue nombrado presidente interino por haber abandonado al presidente saliente antes de comenzar el alzamiento.
En 1935, año en el cual debían celebrarse las elecciones regulares, Hernández Martínez renunció a la presidencia, dejando el cargo por seis meses en manos del general fungiendo durante ese tiempo únicamente como ministro de Guerra. Se inscribió como candidato único a la presidencia, por lo cual obviamente prolongó su mandato por un periodo más. En 1939 fue ratificado por el poder legislativo en el cargo. En 1944, fue el poder legislativo quien prolongó, de nuevo, el mandato de Hernández Martínez
En enero de 1932, Alfonso Luna, Mario Zapata y Farabundo Martí (líderes de grupos estudiantiles y políticos de izquierda) fueron fusilados por haberles sido encontrados panfletos de apoyo al Partido Comunista Salvadoreño. La situación política se volvía tirante para el presidente Hernández y, días después, estalló el levantamiento campesino.
El levantamiento campesino de 1932 fue una insurrección que acabó en la muerte de aproximadamente 25.0 indígenas. Las causas fueron diversas, entre ellas el fuerte descontento de los campesinos ante las políticas del gobierno del general Hernández Martínez. En poco tiempo, bajo las órdenes presidenciales, el ejército salvadoreño sofocó la revuelta y se instauró un estado de sitio. El líder indígena Feliciano Ama fue linchado y ahorcado por fuerzas militares, fomentando la participación de los paisanos de Ama en el levantamiento. Tras la matanza, los cadáveres enterrados a poca profundidad sirvieron como foco de contaminación, lo cual propagó focos de enfermedades entre los residuos de los insurrectos. Además, los cerdos y otros animales desenterraron los cuerpos y se alimentaron de los mismos, lo cual trajo una reacción gubernamental inmediata, puesto que repercutía en la economía al contaminar a los animales de corral.
Una vez sofocada la insurrección, el presidente se negó a recibir ayuda militar extranjera, refiriendo un telegrama al almirante de los buques de guerra que Estados Unidos y Gran Bretaña habían enviado. El telegrama apuntaba que:
El jefe de Operación de la Zona Occidental de la República, general de división José Tomás Calderón, saluda atentamente, en nombre del gobierno del general Martínez y en el suyo propio, al almirante Smith y comandante Brandeur, de los barcos de guerra Rochester, Skeena y Wancouver, y se complace comunicarles que declaramos situación absolutamente dominada fuerzas gobierno El Salvador. Garantizadas vidas propiedades ciudadanos extranjeros acogidos y respetuosos leyes de la República. La paz está establecida en El Salvador. Ofensiva comunista desechada sus formidables núcleos dispersos. Hasta hoy cuarto día de operaciones están liquidados cuatro mil ochocientos bolcheviques.
General José Tomás Calderón
Tras la matanza, Hernández Martínez se ocupó de llevar a todo el país diversas obras teatrales, tales como Pero también los indios tienen corazón y Pájaros sin nido, cuyo contenido pretendía matizar los hechos para aplacar los rumores y los reclamos de algunos sectores. Mandó destruir todos los periódicos, artículos o panfletos que le fueran contrarios con respecto al tema; el objetivo fundamental fue el de convencer a la opinión pública de que los indígenas fueron confundidos por los comunistas y de que la insurrección había sido financiada por la Unión Soviética, lo cual obligó a la matanza. Además, tras los acontecimientos, Alfredo Schlesinger, simpatizante del gobierno de Hernández Martínez, escribió un libro titulado La verdad sobre el comunismo, en el cual contaba la historia según la versión oficial. Más tarde, el mismo Schlesinger escribió otro libro, titulado Revolución comunista, y que fue publicado en 1946, donde reafirmaba lo que decía en el primero. Algunas partes de los libros han sido fuertemente criticadas por encubrir los hechos, aunque también hay críticas por exagerar los acontecimientos. En general, las acusaciones apuntan a que las cifras de fallecidos son mucho menores de las reales y que se describen actos vandálicos de parte de los alzados que en realidad no sucedieron.[26] En cuanto a medios de comunicación, el presidente limitó las emisiones radiales, prensa escrita e incluso el cine, intentando dar un giro a la historia mediante el manejo de la opinión pública
Políticas de gobierno
Sus políticas de gobierno tuvieron diversos efectos sobre la vida cultural, política y económica del país. Sin establecer un gobierno centralizado, participaba casi en todas las decisiones que tenían que tomarse, dirigiendo casi personalmente cada una de las actividades de su gobierno. Alejó a los militares (con excepción de sí mismo, por supuesto) de la administración civil, y fue por ello su gabinete minoritariamente castrense. Los sueldos para los funcionarios de gobierno y para los militares fueron sumamente bajos, en comparación con épocas anteriores, lo cual ahuyentó significativamente a los militares interesados en participar del gobierno. Sin embargo, siempre prefirió estar cercano a la protección militar, por lo cual trasladó el despacho presidencial y su residencia familiar a la entonces Escuela Normal de Varones, junto al Cuartel El zapote.
Billetes de cinco colones emitidos por el Banco Central de Reserva, institución creada por el general Hernández Martínez.
El 23 de febrero de 1932 el Estado salvadoreño fue declarado en mora, especificando a los acreedores de la deuda externa que no pagaría los empréstitos si no se le ablandaban los intereses y se le alargaba el plazo. La deuda neta, es decir sin intereses, quedó cancelada en su totalidad en 1938, aunque los intereses se acabaron pagando hasta 1960. Una vez pagada la deuda propuso, mediante una placa conmemorativa colocada en la Asamblea Legislativa, la política de no adquisición de empréstitos internacionales en el futuro. Pese a dicha iniciativa, igualmente adquirió préstamos para la construcción de la Carretera Panamericana Por otro lado, el 12 de marzo de 1932 decretó la Ley Moratoria, mediante la cual redujo los intereses de los deudores que estaban a punto de caer en bancarrota. Además, con el objetivo de estabilizar el valor del colón, creó el Banco Central de Reserva en 1934, indemnizando a los bancos privados para que dejasen de emitir dinero.
En cuanto a políticas referentes directamente a la población, siempre predominaron sus costumbres teosóficas. Por ejemplo, cuando se desató una peste de viruela, ésta fue tratada por el presidente forrando con papel azul las lámparas de las plazas, esperando que los médicos invisibles salvasen a los que estaban destinados a vivir. Entre otras cosas, estableció que todo aquel que pidiese educación debía ser considerado comunista, negando especialmente el acceso a la educación a los obreros y asalariados porque, en sus palabras, pronto dejaría de haber personas dispuestas a trabajar en tareas de limpieza.
Estableció en julio de 1932 el Fondo de Mejoramiento Social, y en octubre, la Junta Nacional de Mejoramiento Social, cuya actividad principal era la de adquirir viviendas y facilitar créditos blandos a los campesinos para comprarlas; sin embargo, dicha actividad no trajo los resultados esperados por la población, ya que los beneficiados fueron muchos menos que lo que se había proyectado Pese a que se le calificó como una reforma agraria, ésta no lo fue, puesto que las tierras no fueron expropiadas, sino compradas a precio de mercado y vendidas a uno inferior, utilizando fondos nacionales que jamás serían reintegrados y que pasarían a manos de los terratenientes de la época. También se construyeron viviendas para ser vendidas en las mismas condiciones, aunque esto se dio en menor escala.
Modificó la ley de policía, prohibiendo a civiles el porte de armas de fuego, cuchillos, machetes u hondillas, elevando a calidad de delito la evasión de dicha ordenanza. Por otro lado, estableció que serían perseguidos y castigados como vagos los que no tuviesen oficios lícitos o modo de vivir honesto. La pena por hurto era la amputación de una mano y, ante la reincidencia, la condena era el paredón de fusilamiento. Estableció fuertes alianzas con la Iglesia Católica, obteniendo el beneficio de los dos monseñores de la época, Monseñor Belloso y Monseñor Chávez y Gonzáles, quienes siempre estaban presentes en las ejecuciones políticas y quienes, tras el levantamiento de 1932, ofrecieron misas en agradecimiento por la victoria militar.
En materia militar, fortaleció la profesionalización de oficiales mediante becas de estudio militar, especialmente a Italia. Financió la construcción de un tanque de guerra, armado con seis ametralladoras pesadas.
En 1939 convocó a la Asamblea Constituyente para que elaborase una nueva constitución, cuya principal novedad era la inclusión del voto femenino bajo algunas condiciones de origen social y nivel de instrucción.
En 1943, Hernández Martínez trató de aumentar las tasas tributarias a las exportaciones para obtener mayores ingresos para el Estado, y eso rompió la relación que mantenía con los grupos oligarcas.
Sus políticas frente a la Segunda Guerra Mundial
Desarrollo de la Segunda Guerra Mundial según territorio conquistado: en azul, los territorios bajo control de los aliados occidentales; en rojo, las zonas controladas por la URSS y sus aliados, y en negro, los territorios bajo control del Eje. Nótese cómo, a partir de 1943, El Salvador se muestra a favor de los aliados.
El advenimiento de la Segunda Guerra Mundial significó un aumento en las exportaciones a los Estados Unidos y el mejoramiento de la economía salvadoreña. Eso le permitió a Hernández Martínez realizar algunas reformas sociales y una ligera redistribución de la tierra mediante un programa agrario.
El general se sentía muy atraído por los éxitos de los gobiernos fascistas europeos, en especial por Hitler y Mussolini. De hecho, en 1938 nombró director de la Escuela Militar a Eberhardt Bohnstedt, general de la Wehrmacht del ejército alemán. Además, abrió relaciones diplomáticas con el dictador español Francisco Franco; sin embargo, estando bajo la presión de los Estados Unidos (principal comprador de café al país centroamericano), tuvo que olvidarse de sus simpatías y aceptó alinearse al lado de los Aliados. Además, dio el reconocimiento diplomático al Estado títere de Manchukuo, y removió del cargo a sus funcionarios que tenían ascendencia alemana e italiana Asimismo, a los residentes alemanes e italianos en El Salvador les expropió sus tierras y los mandó a campos de concentración, lo que valió para obtener el reconocimiento diplomático de Estados Unidos.
Ese cambio en su política exterior, al igual que la represión contra los comunistas y opositores a su gobierno, le permitió obtener mayor apoyo de Washington. Sin embargo, la situación cambió ante la negativa de Hernández Martínez de recibir a 30 soldados estadounidenses para dar protección al Canal de Panamá. Estados Unidos colocó tropas en los países cercanos al Canal, excepto en El Salvador, dada la negativa presidencial. El motivo que Hernández Martínez adujo para rechazar el pedido de los norteamericanos fue que, dado que las tropas que arribarían tendrían un porcentaje de soldados de raza negra, se corría el inminente riesgo de que se reprodujesen en El Salvador y que llenasen de niños de color al país.
Principales logros
Durante su mandato obtuvo aciertos tales como la organización de la banca, mediante la creación del Banco Central de Reserva y el Banco Hipotecario entre 1934 y 1939, la eliminación momentánea de la deuda externa, la creación de instituciones de crédito para el campesinado (Federación de Cajas de Crédito Rural), la ejecución de proyectos de construcción de vivienda asequible para obreros, el saneamiento de la tesorería nacional, el respaldo a los productores de café, de azúcar y de algodón mediante medidas económicas favorables para dichos rubros; la construcción de 300 kilómetros de la Carretera Panamericana, la construcción del Puente de Oro y la reducción de las deudas de pequeños y medianos propietarios de tierras que estaban en proceso de embargo. Además, su logro más recordado fue la reducción significativa de la delincuencia, mediante el cumplimiento implacable de la ley
Principales críticas
El gobierno de Hernández ha sido ampliamente criticado por diversos sectores, enfocándose principalmente en sus prácticas teosóficas y las repercusiones de las mismas en sus acciones como gobernante. En primer lugar, la creencia del general de que el ser superior (el Estado, para el caso) debe tener el poder absoluto sobre los individuos lo llevó a convertir al Estado como un controlador individual, dotándolo de poder extra constitucional sobre la vida nacional, entregándole el control a las fuerzas armadas. Tuvo un estricto control de los medios masivos de comunicación, alineándolos a favor de su régimen o simplemente cerrándolos ante la resistencia ocasional. Además, se le critica el exilio de los más importantes pensadores y artistas de la época que no comulgaban con su gobierno. La dureza de sus medidas y principalmente su desprecio hacia la calidad del ser humano lo orillaron a cometer actos que marcarían un precedente de violencia, antesala de lo que se vendría décadas después durante la dictadura militar. El manejo mediático se extendió hacia el campo político, creando condiciones para que aun en el extranjero se le considerase un presidente democrático; por ejemplo, colocó el puesto de elecciones del Partido Comunista justo frente al Hotel Nuevo Mundo, el cual albergaba a gran cantidad de extranjeros, especialmente estadounidenses. La intención era clara: crear una imagen de democracia para ser reconocido por el resto de los Estados como un presidente legítimo. En el campo de las ideas, se apoyó públicamente en las teorías de Alberto Masferrer, aunque en la práctica se oponía a las mismas.
Sin embargo, la principal crítica que se le hace a su gobierno es el uso excesivo de la fuerza. Se valió de métodos represivos poco ortodoxos y caracterizados por la violencia y el irrespeto a la integridad del individuo.
Fin de su mandato
Dado que Hernández Martínez tenía pretensiones de extender su mandato más allá de 1944, los militares, inconformes por los fusilamientos de oficiales opositores, se alzaron contra el gobernante, y lo obligaron a capitular en tres días. Fue entonces cuando la sociedad civil, manifestándose en contra de los fusilamientos masivos de oficiales alzados, se rebeló mediante una huelga de brazos caídos que desembocó en la renuncia del dictador.
Rebelión militar
La tarde del 2 de abril de 1944, mediante el uso de fuerza aérea y de infantería, militares alzados bajo el mando de Adolfo Marroquín y Tito Calvo tomaron el control de los Cuarteles de Infantería, Sexto Regimiento de Ametralladoras, Base Aérea de Ilopango y Quinto de Infantería de Santa Ana. Todo sucedía mientras Hernández Martínez viajaba de La Libertad hacia San Salvador en una camioneta de alquiler.
Los combates se prolongaron hasta el 4 de abril, cuando las fuerzas leales a Hernández Martínez aniquilaron a los alzados en una emboscada camino a Santa Ana. Marroquín presentó la rendición y fue arrestado junto a Calvo, a quien le fue negado el asilo político en la embajada estadounidense. Ambos fueron fusilados sin juicio al siguiente día.
Rebelión civil
La sociedad civil, liderada por el intelectual Joaquín Castro Canizales, quien había colaborado con Hernández Martínez en 1931, se declaró en huelga paulatinamente. Desde el 26 de abril, los estudiantes universitarios impusieron una huelga parcial, seguidos por los estudiantes de secundaria, los maestros, los empleados de teatro, las vendedoras de los mercados, los profesionales, y exactamente un mes después del alzamiento militar, el 2 de mayo de 1944, rebeldes civiles impidieron que los ferrocarriles de la capital operasen, dando inicio oficial a lo que se conoce como "la huelga de brazos caídos", en la cual participaron algunos actores que con el tiempo se convertirían en políticos relevantes: tal es el caso de Schafik Handal, quien aspiraría a la presidencia de la república varias décadas después. Durante la huelga no hubo producción alguna, por lo cual la presión nacional e internacional creció hasta el punto de obligar al presidente a deponer su cargo, depositándolo en Andrés Ignacio Menéndez. Su renuncia fue anunciada por el mismo mediante un comunicado radial el 9 de mayo de 1944 a las 21:00 horas; acabó su discurso con la frase:
“No creo en la historia porque la historia la hacen los hombres y cada hombre tiene su pasión favorable o desfavorable. Yo no creo más que en una cosa: en mi conciencia, y esa conciencia me dice que he cumplido con mi deber.”
Maximiliano Hernández Martínez al renunciar a la presidencia