Saturnino Umaña Barrantes (1939-0000) Sin Clasificar
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BIOGRAFIA VIVENCIAL
"...De repente escuché voces y gritos que decían ¡fuego!, ¡fuego! Me levanté y corrí ..."
SATURNINO UMAÑA BARRANTES (1939). Primer jefe de estación y miembro fundador del Benemérito Cuerpo de Bomberos del cantón de Pérez Zeledón, San José, Costa Rica, América Central.
A finales de los años cincuenta, la ciudad de San Isidro de El General es una población con marcadas características rurales cuyos principales negocios y viviendas, construidos en madera, se concentran en unos pocos cuadrantes alrededor de lo que hoy es el parque central, con una ligera tendencia comercial hacia el oeste. Sin un sistema de alumbrado óptimo ni calles asfaltadas, en el lado del cuadrante ubicado al sur de la iglesia sobresale un modesto edificio, de doble planta, donde funciona el despacho judicial; inmediato a éste, hacia el oeste, destaca el ayuntamiento, y en sentido opuesto a ambas edificaciones se extiende una seguidilla de negocios y viviendas de alquiler que remata, y aún dobla, justo en la esquina. Entonces, la ciudad rural es tranquila. En junio de 1960, sin embargo, durante el curso de la segunda semana, a eso de la media noche, la acostumbrada calma en el centro de la ciudad se ve alterada por la primera y mayor conflagración de que tenga memoria la historia cantonal. En respuesta inmediata, surge un improvisado grupo de “apagafuegos” –entre ellos Saturnino Umaña Barrantes- quienes, echando mano a lo que pudieran, luchan en vano contra el fuego. A ese grupo se une otro de notables ciudadanos y, todos juntos, hacen historia, primero en la extinta “Soda Panamericana” –el mismo día del siniestro-, y una semana después en los altos del antiguo Mercado Municipal –el 17 de junio de 1960- al sentar las bases del primer cuerpo de bomberos cantonal.
Nace el 19 de enero en San Lorenzo de Tarrazú, cantón de San José. Sus padres fueron Aníbal Umaña Mora, reconocido artesano de carretas y hábil montador de aserraderos, y Noemí Barrantes Campos, ama de casa, del primero de los cuales hereda sus destrezas artesanales, y de ambos el altruismo. Siendo el mayor de siete hermanos, y creado en la fe católica, su infancia transcurre en el que antes se llamara “Barrio San Cayetano” de su pueblo natal. Cursa el segundo grado en la escuela de San Lorenzo y el cuarto en la de San Marcos. Diez años después, sus progenitores mudan el domicilio a la ciudad de San Isidro de El General, en donde trabaja, al lado de su padre, incluso en labores de herrería y carrocería, hasta los veintiún años.
La vivencia: “…Yo dormía en un taller contiguo al Cine Arelys…” –relata Umaña Barrantes-“… allí vivía, pues era soltero, y trabajaba en cuestiones de carrocería. De repente escuché voces y gritos que decían ¡fuego!, ¡fuego! Me levanté y corrí hacia el centro de la ciudad y, haciendo lo que todos hacían, me dispuse ayudar. Aquello era un enorme incendio. Se quemaba la alcaldía y otras casas. La gente se aglomeró para ayudar; después se formaron largas filas de personas con baldes de agua que pasaban de mano en mano para apagar el fuego, pero era inútil. Nada podía hacerse, pues no había con qué… Lo que hice yo fue cooperar y, a veces, en algún momento, acabé haciendo de espectador. Todo consistía en formar una cadena humana con baldes de agua, y nada más. En esas circunstancias -recuerdo- , don Milton Fonseca Balmaceda, quien estaba en el lugar, y era funcionario del Mopt, ordenó remolcar un extintor rodante que estaba en las bodegas del ministerio, propiedad de la Compañía Mills, pero este aparato viejo y, al parecer dañado, no funcionó, pues fue cortado por “la raíz”, y no por el pistón. Las cosas empeoraron y el incendio avanzó amenazando consumir la cuadra entera. Sin embargo, cuando nadie lo esperaba, a la distancia, viniendo de la “Y Griega”, y como emergiendo de la oscuridad, apareció un tractor. Su conductor anónimo, de quien nadie supo el nombre, se dirigió por donde había empezado el fuego, por la alcaldía, y con la pala arremetió por allí derribando parte del inmueble en llamas. Enseguida, hizo lo mismo en el otro extremo, por aquella esquina, y el incendió acabó. En este sitio todavía queda en pie la casa por donde se detuvo el fuego; ese viejo inmueble es testigo silencioso de la época y del siniestro. Más tarde supimos que el tractorista trabajaba para la Compañía Keith & Fait que realizaba la excavación para el puente sobre el río San Isidro, en plena construcción. La acción de ese tractorista evitó que el incendio consumiera más locales, incluido el ayuntamiento…
Poco después, a eso de las tres de la mañana, nos reunimos en la Soda Panamericana, y allí se discutió sobre la urgencia de crear un cuerpo de bomberos, pero, por lo avanzado de la hora, y el agotamiento de todos, se dejó el asunto para la semana siguiente y se dijo que la reunión se haría en los altos del antiguo mercado, que era el sitio donde sesionaba el Consejo Municipal; lastimosamente no todos pudimos asistir… En la Soda Panamericana ese día hubo mucha gente y, entre otras personas, recuerdo a Otto Solís Ríos, Mario Arguello, Max Arroyo, Julio Rodríguez; los hermanos Rodrigo, Abelardo y Humberto Solís; Johel Fernández y Edgar Romero Vallestero…”.
Umaña Barrantes asume la conducción del naciente Cuerpo de Bomberos de Pérez Zeledón desde sus albores, con el beneplácito de su Junta Fundadora.
Posteriormente al siniestro abandona el taller y su improvisada labor carrocera y artesanal y, en calidad de bombero voluntario pasa, a su vez, a ser uno de los constructores del edificio que alberga la primera estación de bomberos cimentada en terreno municipal, al frente de la cual, obligado por las circunstancias, permanece las veinticuatro horas del día por espacio de dos años mientras goza de un estipendio que a ese fin le concede el ayuntamiento.
En 1962 concluye la educación primaria en la Escuela Graduados de Adultos, y después de recibir adiestramiento en la estación central josefina, y superar las pruebas de rigor, el 16 de enero del siguiente año recibe el nombramiento de bombero permanente. Fecha importante, a su juicio, pues ahora pasa a depender del Cuerpo de Bomberos de Costa Rica con sede en la capital.
Un año después la estación local cuenta con la primera unidad motorizada.
El 27 de diciembre de 1967, contrae matrimonio con Margarita Navarro Venegas; enlace efectuado en la propia residencia del entonces obispo Monseñor Delfín Quesada Castro.
En 1968, la Hemphill School de Los Ángeles, California, USA, le otorga un diploma como “Experto en Fuerza Motriz Diesel”, y al año siguiente asciende al grado de sargento dentro de la organización formal del cuerpo de bomberos de la época.
El 25 de mayo de 1975, producto de un buen entendimiento con la gerencia del I.N.S., y la gestión del diputado Romilio Durán Picado, la estación de bomberos inaugura su edificio en terreno propio.
En 1981, Umaña Barrantes, accede al grado de capitán.
Dos años después, en 1983, con motivo del terremoto de “Buenavista” ocurrido en el mes de julio, atiende la emergencia juntamente con la Cruz Roja, la Municipalidad y otras entidades locales. Poco después encara los hechos incendiarios del cerro “Chirripó” (1985 y 1987) y los estragos de los huracanes “Juana” y “Gilbert” (1988) con efectos en toda la región.
Finalmente, en 1989, se acoge a la jubilación, pero su labor altruista y espíritu de servicio no acaban allí.
En el periodo de gobierno 1994-1998 funge como regidor municipal.
En 1996 preside la Comisión Cantonal de Emergencias y, casi de inmediato, atiende los estragos del huracán “César” ocurrido en el mes de julio.
En otro campo de acción social, a partir de 1998, preside la Junta Administrativa del Centro de Educación Especial.
En 1999 obtiene un segundo diploma de la Hemphill School, esta vez, en el campo de la “Electricidad y Electrónica del Automóvil”.
Saturnino Umaña Barrantes, más conocido como “Secundino”, o como “Cunino”, a los setenta y dos años, retirado del servicio institucional, ostenta hoy la calidad de “Bombero Adjunto”. Su hogar, en el Barrio Las Américas de la ciudad de San Isidro de El General, mira, a la distancia, hacia un taller de su propiedad, herencia del pasado, en el que una cierra cinta igual que un torno, o una cierra circular igual que una canteadora, en apariencia silenciados, en la hora menos pensada cimbran, resuenan, y evocan el ayer; el taller, a su vez, devuelve la mirada al hogar -un bonito portal- en el que, en un pequeño aposento, con sutileza, cuelgan varias distinciones y reconocimientos honoríficos, entre los que uno en particular destaca y, a la letra, dice: “De la Municipalidad de Pérez Zeledón a Secundino Umaña Barrantes, los vecinos del Cantón de Pérez Zeledón, a uno de los fundadores del Cuerpo de Bomberos de nuestra ciudad, y primer jefe de estación, en agradecimiento por su ejemplo y espíritu de Colaboración, Honor, Abnegación y Disciplina. 1° de enero de 1960 – 1° de febrero de 1989”. Más acá, en la sala, contra la pared de fondo, luce un brillante mueble en laca transparente y madera de cristóbal, torneado por aquí, y torneado por allá, que -a no dudar- una vez salió de aquel taller.