Fernando González Ochoa (1895-1964) Literatura
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Escritor, filósofo y diplomático colombiano. Es llamado el filósofo de la autenticidad. En 1919 se gradúa en derecho y ciencias políticas en la Universidad de Antioquia. Ejerce su profesión como abogado y juez. Cónsul de Colombia en Génova, es expulsado por sus ataques al fascismo. Ocupa luego el cargo de cónsul en Marsella, hasta que las autoridades francesas dejan de reconocer sus credenciales diplomáticas. De regreso a Colombia ataca el marasmo de la sociedad colombiana, que pese a proclamarse liberal o conservadora, sigue idénticas rutinas en ambas circunstancias. Sus beligerantes escritos le ocasionan numerosos enemigos en la Iglesia, el gobierno y el total marginamiento de la vida social. Desde 1940 se retira a su ciudad natal, donde muere en la pobreza y la soledad. Su filosofía parte de Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche, aunque se refiere con frecuencia a Baruch Spinoza, los Vedas, Job, el Eclesiastés, Heráclito, Sócrates, Pirrón, Herbert Spencer, Montaigne y Pascal, entre otros. Se centra en el hombre colombiano, su personalidad, esfuerzo y expresión, y por analogía en el hombre latinoamericano. Se autoproclama el filósofo de Suramérica de la personalidad y la expresión, entendida esta última como autoexpresión. Afirma que la vida es el supremo valor del hombre, pero la concibe como autoconciencia y autoexpresión original del ser individual e histórico. El hombre latinoamericano debe desarrollar una fuerte individualidad, ya que sólo estos elementos le permitirán emerger de su situación anónima. Critica la vanidad latinoamericana porque es falta de sustancia, pues el hombre vano, al no tener nada de sí, vive dormido en la imitación. Llama a los colombianos y latinoamericanos a la egoencia o facultad de expresar con gran energía su personalidad. Mezcla en sus obras la novela, el ensayo, la confesión y la filosofía, entre las cuales están Meditaciones (1915), Pensamientos de un viejo (1916), Viaje a pie (1929), Mi Simón Bolívar (1930), El hermafrodita dormido (1933), Mi compadre (1934), Los negroides (1936), donde se anticipa a José Vasconcelos en el elogio de la trietnia latinoamericana y Mis cartas, dirigidas al jesuita Antonio Restrepo.