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Biografia de Florencio Molina Campos

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HistoriaFlorencio Molina Campos (1891-1959) Historia
1 Un visitante nos comenta

Pintor argentino. Su obra se inspira en el mundo rural argentino, cuyos gauchos y paisanos aparecen reflejados en acuarelas, dibujos, caricaturas e ilustraciones.

2 Un visitante nos comenta

Florencio de los Ángeles Molina Campos nació en Buenos Aires el 21 de agosto de 1891. Hijo de don Florencio Molina Salas y de doña Josefina del Corazón de Jesús Campos y Campos, miembros de una familia tradicional cuyos orígenes se remontan en el país a la época de la Colonia. Entre sus ilustres y heroicos antecesores se cuentan los generales Luis María, Gaspar y Manuel Campos, entre otros.
Cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio del Salvador, ingresando luego en la carrera de arquitectura, que abandonó para seguir diplomacia, de la que también desistió.
Comenzó su afición por el campo y los paisanos, cuando aún niño, era Ilevado a pasar las vacaciones a las estancias de sus padres. Nunca recibió clases particulares de diseño, ni concurrió a institutos de enseñanza artística. Su maestro fue la naturaleza.
Florencio Molina Campos, muy distante del ámbito castrense, pasó su vida alternando entre la Ciudad de Buenos Aires y los campos de sus padres en los pagos del Tuyu y General Madariaga, en provincia de Buenos Aires, y Chajarí, provincia de Entre Ríos.
El 31 de julio de 1920 contrajo matrimonio en la Iglesia del Salvador con María Hortensia Palacios Avellaneda, hija de don Rodolfo Palacios y de doña María Avellaneda -integrantes de encumbradas familias tradicionales de nuestro país-, con la que inició su vida matrimonial en un departamento ubicado en la Calle Paraguay 339.
El 11 de junio de 1921 nació la que sería su única hija, Hortensia, a la que llaman "Pelusa". Tiempo después el matrimonio se separó de hecho, quedando la tenencia de Pelusa a cargo de su madre María Hortensia. Pelusa, luego de un largo noviazgo, contrajo enlace con don Antonio “Buby” Gimenez, hijo único de una familia castrense tradicional de gloriosos expedicionarios al Desierto. Transcurridos 11 años de matrimonio, nació el que sería también su único hijo, Gonzalo Gimenez Molina.
En 1926, Florencio Molina Campos -a instancias de sus amigos y aprovechando que sus antepasados eran socios fundadores y él había sido empleado y en ese entonces ya era socio- presentó su primera exposición en el Galpón de Palermo de la Sociedad Rural Argentina. Su muestra fue visitada por el Presidente de la Nación, Marcelo T. De Alvear, quien se convirtió en ferviente admirador de su obra y lo premió otorgándole una cátedra en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda.
Durante una exposición que llevó a cabo en Mar del Plata en el año 1927, Florencio conoció a una joven mendocina, María Elvira Ponce Aguirre, a la que no volvió a ver por un largo período. Años después formaron pareja y convivieron hasta la muerte de Florencio en el año 1959. Como en la Argentina no estaba legalizado el divorcio, y por lo tanto no se permitía el casamiento de personas separadas, la pareja contrajo matrimonio sucesivamente en Uruguay en 1932, Estados Unidos en 1937 y, finalmente, por civil en Buenos Aires el 9 de marzo de 1956, favorecidos por la Ley Perón.
En 1931 el pintor realizó su primer viaje a Europa y expuso en París. Más adelante viajaría infinidad de veces, invitado por diferentes gobiernos como representante cultural argentino. Fue profesor de las nuevas generaciones, tanto en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda como en Bellas Artes
En esa época inició el contrato para ilustrar los almanaques de la firma Alpargatas, que se editaron desde el año 1931 a 1936, 1940 a 1945, 1961 y 1962. Constituyeron, quizá, su obra más difundida, y sobre ellos dijo Ruy de Solana: “los almanaques constituían un sinónimo elemental de lo barato y despreciable. Pero desde que este artista empezó a difundir sus trabajos por ese medio humilde y anual, los almanaques se convirtieron en la pinacoteca de los pobres”.
A partir de 1942, Molina Campos estrechó su relación con Walt Disney y fue contratado para asesorar al equipo de dibujantes para tres películas que los Estudios Disney estaban por realizar, ambientadas en la Argentina y basadas en obras del artista argentino y en los paisajes que habían visto en sus viajes a nuestro país.
Molina Campos había sido convocado cuando ya estaba bastante avanzada la primera de las tres películas que planeaban realizar. El pintor argentino no compartía las extravagancias que el estudio cinematográfico quería hacer protagonizar a los paisanos y, tras varios intentos fallidos por lograr una representación más fiel del gaucho argentino, renunció. Ya sin Molina Campos, Disney decidió convertir las tres películas en una sola, que se conoció como “Saludos, amigos”.
Como muda huella de su paso por los estudios de la Disney, quedaron las fotografías que se exhiben en el Museo Florencio Molina Campos entre las que aparecen Walt y sus dibujantes en el rancho Los Estribos, en un viaje relámpago que hicieron a la Argentina exclusivamente para contratarlo.
En 1944, el pintor formalizó un contrato que se extendería por 10 años en forma consecutiva con la firma norteamericana Mineapolis-Moline, para la que ilustró entre 1944 y 1958 una serie de almanaques similares a los de Alpargatas, pero que incluyeron - por sugerencia suya- maquinaria agrícola de esa empresa. Además efectuaron afiches, estampillas y naipes y se reprodujeron los cuadros en diarios y revistas. En 1951, editaron también 12 laminas de los originales de ese año.
El 16 de noviembre de 1959, superado por una enfermedad terminal luego de una infructuosa operación, Florencio Molina Campos murió en Buenos Aires. Sus restos permanecieron en la bóveda familiar de la Recoleta hasta que, en la década del 70, fueron trasladados a instancias de Elvirita al Cementerio de Moreno, en donde permanecen.
Fue la imagen de Florencio la del típico argentino, simpático, entrador, audaz, excelente bailarín, con un envidiable carisma del que se valía para amenizar las reuniones a las que concurría. Poseía un fuerte carácter, que rasaba en ocasiones el mal humor. Era amante de la música clásica, que escuchaba durante las noches mientras pintaba.
No tuvo una visión comercial de lo que hacía. Pintaba porque le gustaba pintar. Cuando por la guerra no entraba al país papel canson que utilizaba, pintó sobre cajas de ravioles, cuyo material reunía buenas cualidades como soporte de su arte. Jamás proyectó su obra a futuro. Vendía sus pinturas, sí, pero a precios sumamente módicos para la época, que sólo le permitieron vivir decorosamente. Pintó infinidad de cuadros, probando con diversas técnicas.


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